
Me despierta una sacudida. Al entornar la vista, una pistola rosa está encañonándome. El sujeto la aparta de mí retornando - Diego de León - a su asiento. A su izquierda, tras un ojo de cristal, ríe socarronamente la madre. Los dos giran sus cabezas bruscamente al escuchar un compás de pasodoble. Un joven da los sostenidos de su órgano - Manuel de Becerra - sobre teclas de colores. La señora de mi derecha (¿búlgara?, ¿rumana?, ¿albanesa?)sale disparada hacia el pasillo - General O'Donell - para echarle unas monedas. Entretanto observo a una chica de parecida edad a la mia. Lleva la maleta solapada al cuerpo, y una señal de: "no se acerquen, alarma incorporada", inscrita en la mirada. He saltado una parada distraída. Me levanto cuidadosamente, no quisiera despertar al hombre que - Conde de Casal - ha hecho de mi hombro su almohada.
Recorro la línea 6 de metro, aproximadamente ocho veces cada año. Cada año fugitiva, hermética, sudorosa, trastornada.. nostálgica, difusa, impertérrita, torpe, muerta en vida, rezagada, itinerante.. Y siempre ellos. Los mismos. Siguen viajando infinitamente, apareciendo en el minuto exacto, en ese tren de cartón-piedra.
Recorro la línea 6 de metro, aproximadamente ocho veces cada año. Cada año fugitiva, hermética, sudorosa, trastornada.. nostálgica, difusa, impertérrita, torpe, muerta en vida, rezagada, itinerante.. Y siempre ellos. Los mismos. Siguen viajando infinitamente, apareciendo en el minuto exacto, en ese tren de cartón-piedra.
0 comentarios:
Publicar un comentario