Un juego de tablero manifiesta
la pericia del rival, la manera
en que este lleva a cabo su estrategia.
Esperar a que llegue el turno, aguardar
en la casilla, la cruel embestida
del extraño, o el indulto de quien quiere
–tal como nosotros- proseguir vivo
en el duelo. Delegar en los dados
el dolor de comerse entre ellos, saber
que partían al inicio, en igualdad
de posiciones.
Doblar la apuesta implica
el reto de bailar el vals de bodas
sobre el filo de un barranco.