domingo, 29 de marzo de 2009

Remiendos

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Me gusta coser. Yo misma me hice este cuerpo. 
Anterior a este tuve otro 
que cosí con un acervo de hilo
 trenzado y negro
comprado al por mayor allá
en ciudad de México.

 A veces se deshilaba 
a veces algún brazo
y debía apresurarme a remendarlo.
Las articulaciones eran
– como habrán presentido –
la zona más ardua. 
 Por falta de subterfugio, 
debía zurcir a veces
a veces, una rodilla 
con crin de jamelgo
o mechón de cabra.

 Las agujas que afligen lo hacen 
dependiendo del asedio, 
una puntada mal dada
por ejemplo en el pecho 
es un pesaroso calvario
además de una putada,
y gusto más, en esas zonas,
de usar la máquina que condenó lo humano
con su pespunte sempiterno.

Tras mi viaje a México,
aquejé la explotación de la mujer en las maquilas
hilvanándome dos lágrimas 
de luto a mis ojos, 
cosidos con la fina 
pero ágil hebra del abismo. 

Las lágrimas pendían de un    
 h                                              
 i                                                
e                                              
 l                                                
o
(el cual amenazaba quebrarse con la derrota del invierno)

 El declive llegó
años más tarde 
con la invasión de las barbies,
esa cintura de plástico me declaró insolvente
perdiendo la fe de quienes
cotizaban más al alza
la silicona protuberante
que el añejo entorchado. 
 Dictaminé entonces cambiar de piel
y de vida,
eché curriculum y encontré trabajo
en la sección de muñecas hinchables.                

Los hay quienes cuentan los amores como derrotas, 
pero me atribulan ustedes
mis queridas muñecas de plástico          
lejos                                              de los abrazos efímeros,

        (ausentes ellas)  de mis naufragios nocturnos.
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jueves, 12 de marzo de 2009

Parte de robo.

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En aquella estancia se encontraban dos: A él, un policía a punto de jubilarse, lo habían destinado hacía quince días al departamento de la estación de trenes de Segovia. Ella, la mujer, tan sólo miraba el fulgurar de una bombilla.
 - Muy bien señora, dígame..¿qué le han robado?

 (Y ella abismada..) - El corazón.. la vida.. qué se yo.

 - (al policía se le escapó un gruñido) cuénteme detalladamente cómo sucedieron los hechos..

 - Verá, yo estaba sentada en el andén 18, esperaba un tren que debía llevarme a Palencia, mi familia vive allí de siempre y hoy era el cumpleaños de mi tio Ermidas. Le encanta invitar a todos los sobrinos, fíjese que hasta venía uno desde Tolouse...

 - Estaba usted en el andén 18.. - interrumpió el policía.

 - Eh..sí - continuó turbada la mujer- estaba sentada en el andén 18 cuando sentí el repentino silbar del tren, me alcé amarrando mi bolso, ya sabe usted la mala fama de esta estación..

 (el policía asentía con los párpados bajados)

 -.... mientras revisaba que el bolso estuviese bien cerrado, sentí una colisión con un cuerpo vigoroso, hercúleo, después de eso sólo recuerdo el foco de su mirada ensordecedora, el rubor de mis mejillas y su sonrisa concluyente.

 - ¿Podría precisar más la descripción del individuo?

 - No podría decirle cómo era, sólo que me atracó a mano armada - contestó ella afanosa.

 - ¿podría decirme entonces cómo no era?

 - No era para mi - dijo con aires de renuncia. - ¿lo atraparán?

 - ¿tenía muchas cosas de valor en su corazón?¿un novio, un marido, tal vez un amante?

 - Ninguno de los tres señor policía, pero sí una vida apacible de sosegada calma.

 - Muy bien señora, no le negaré que a este tipo de elementos es difícil echarles el guante,
 Y despidiéndola bajo el portón - pero la mantendremos informada..

 Luego volviéndose hacia su compañero de guardia:
 - Ya van diez en lo que va de semana Felipe, ¡quién me mandaría a mi dejar la jefatura de Cuenca! ¿Por qué todo el mundo deja arrebatarse el corazón en las estaciones de trenes?
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Con imágenes de: Scrappingmar©

 
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